«Puedes llegar a esta maravillosa comprensión de que cuando te vuelves real
—real— y simplemente eres quien eres sin jugar a ningún juego,
sí quizá tengas que perder a esa persona que está compartiendo la cama contigo,
pero quizá la siguiente persona que comparta tu cama sea tu igual. ¿Entiendes?»
«La verdad es libertad, y también es seductora. Es el cumplido más elevado
que te puedes dedicar a ti mismo. Nuestro cuerpo no es el cumplido más
elevado; nuestra mente lo es.»
La naturaleza
aparentemente elusiva del amor empieza a cobrar forma y color cuando cambiamos
nuestra perspectiva y reorientamos nuestra atención hacia nosotros mismos, y vemos
más allá de la superficie de nuestra fachada y de nuestro cuerpo. El paisaje
cambia completamente cuando empezamos a vernos a nosotros mismos —nuestro
mayor cumplido— como mentes soberanas investidas de libertad y dotadas de elección,
capaces de tener un pensamiento original, un nuevo sueño que establezca
el escenario y nos prepare para las valiosas experiencias que están por
venir. No somos meramente los receptores accidentales de una experiencia, sino
la mente que contempló su posibilidad y la hizo realidad,
consciente o inconscientemente.
La confusión surge
cuando insistimos en reducir nuestra naturaleza a los escalones inferiores de
la escala de la experiencia humana: amor sexual, amor necesitado y amor
manipulativo. La vida de un ser humano es mucho más que estos tres, y también lo es
nuestro amor. Sólo hemos conocido tres amores de siete. Aún nos queda por explorar el amor
incondicional, el amor a la verdad, el amor visto en todas las cosas y el amor
eterno de libertad sobre el tiempo y el espacio disfrutado por los verdaderos
maestros que caminan delante de nosotros y ya se han conquistado a sí mismos.
El amor nos incita
a luchar por la grandeza y a ver belleza donde otros solo ven fealdad y
descontento. Permite que nuestras mentes canten y vuelen con alas emplumadas,
trayendo a la vida la promesa de un nuevo sueño. El amor es verdaderamente la
sangre de la poesía y la belleza. Es la clave que nos muestra claramente que por dentro
somos divinos, porque, ¿cómo podríamos degustar tal bebida
inmortal, que transciende los océanos del espacio y del tiempo, si fuéramos
meros mortales? Somos más de lo que podemos tocar físicamente. Somos la mente que
anima nuestro cuerpo y lo hace único, tan elusiva y libre como el amor mismo.
Dicho todo esto, ahora estamos preparados para empezar. Llena tu vaso con el
vino de los Dioses, para que, con tanta seguridad como los corazones de los
hombres y mujeres mortales seguirán cautivados por este sueño en
siglos venideros, tú también puedas llegar a conocer ese elixir llamado amor.
RAMTHA