Hay un dicho que es absolutamente cierto; dice que los puros de espíritu
ven a Dios. Pensemos en esa frase: los puros de espíritu. ¿Qué significa? ¿Por
qué no pudiste sentir la presencia del Espíritu Santo? Porque no eres puro de
espíritu. Eso significa que en tu mente armas juegos y pones puertas trampa, y
estableces en qué condiciones serás un ser espiritual. Eso es lo que significa.
Una persona que es astuta, manipuladora, y que solo toma de esto lo que quiere
y nada más no es pura de espíritu.
Podríamos tomar a una persona común y corriente de la calle, que nunca
ha oído las enseñanzas, una entidad común que siempre ha sido franca y nunca a
manipulado a nadie, y decir que es un hombre sincero o una mujer sincera.
Algunas personas necesitan decir que la sinceridad es algo brutal. La
sinceridad no es brutal; es deliciosa, es inusual. Todos vosotros pensáis que
decir no es ser sincero. ¿Sabíais que decir sí también lo es? ¿No es eso
exquisito? Algunos de vosotros pensáis que ser sincero implica ser malvado. No
es asi. Es compasión. Es belleza; belleza verdadera. Cuando una persona es
honorable contigo, es que es pura de espíritu. No hace falta que esté en esta
escuela. Pureza de espíritu significa que no hay sombras que la respuesta
tenga que atravesar, no hay laberinto que deba recorrer del cual saldrá confusa
y deformada.
Cuando una persona es honorable contigo, no tienes que entrar en su
juego y quedar atrapado en su vida para tratar de hallar la solución. Una mujer
honorable es pura de espíritu y se ha purificado a sí misma, ya sea por su
educación o por las circunstancias en las que se encuentra. Nunca se ha sentido
perseguida por su pasado. Nuestro pasado nos persigue cuando hemos sido
deshonestos con nosotros mismos y nunca observamos la verdad en nuestro
interior. La razón de que tengamos pesadillas es que jamás hemos sido sinceros
con nosotros mismos, y no nos hemos dicho lo que realmente somos. Siempre hemos
jugado a los espías y a las escondidas con nosotros mismos. ¿Y por qué? Estoy
seguro de que para ser encantadores, para agradar, para ser misteriosos, para
ser astutos. Todos esos juegos, toda esa manipulación, han destruido la pureza
del espíritu.
La entidad que vive en los arrabales y es capaz de ser honorable no dice
mentiras; y tú mientes un montón. Creas rumores, mientes, y eres deshonesto
porque no sabes lo que es ser honorable. No sabes lo que es hablar simplemente
tu verdad. Sin embargo, la práctica que conlleva hacer eso hace aflorar la
rectitud en el individuo. ¿Por qué menciono esto? Porque el engaño es el juego
del ego alterado. El engaño es el juego. Mientras podamos mantener a los demás
aquí ocupados, bajo la falsa idea de que somos lo que decimos que somos, ellos
nunca pasarán de cierta línea para descubrir lo que ni siquiera nosotros
sabemos que somos.
¿Qué tiene eso que ver con el hecho de que conciencia y energía crean
la realidad? La falta de rectitud provoca un fraccionamiento de la energía
enfocada, pues cada vez que te enfocas, debe dirigir su enfoque a través del
laberinto de la deshonestidad y la falta de rectitud. Esa energía pura es la
que siempre se estruja en el trapo sucio, y el agua que al entrar era pura,
sale turbia y mugrienta por el otro lado. Y tú dices: «¿Qué pasó? No funcionó».
Las enseñanzas no te van a funcionar hasta que seas puro de espíritu. Eso
significa ser sincero y honorable, que cuando te acuestas por la noche tus
sueños no te inquietan, y que no estás preocupado por lo que le dijiste a
aquella persona y recuerdas lo que dijiste e intentas mantener la trampa
tendida. Cuanto más sincero y honorable eres, más limpio estás. Entonces, cuando
añadimos el pensamiento común de la mente de Dios, se produce la manifestación
instantánea. Las manifestaciones que has conseguido tras largas horas de
enfoque se han manifestado de forma fraccionada. Si llegas a iluminarte acerca
de esto, verás que alumbró cada parte del laberinto de la mente en vez de ir
directamente al centro. Entenderás que no puedes manifestar nada en tu vida que
no haya atravesado el laberinto de la mente.
¿Realmente esperas que tu enfoque en lo milagroso aparezca
inmediatamente? Si conciencia y energía son la base suprema de toda la
realidad, entonces ¿qué hemos hecho con nuestra conciencia y cuáles son las
reglas de la manifestación aquí? Las reglas no son nada que hayamos escrito,
sino nuestra manera de pensar y, ¡ay!, aquí encontramos el pequeño
inconveniente. Comprendemos que sólo cuando somos puros de espíritu podemos
conseguir la manifestación pura e instantánea. ¿Y por qué en nuestra vida han
sucedido pequeñas cosas insignificantes, y pareciera que no ha sucedido ninguna
de las grandes cosas? Porque las grandes cosas requieren mucha maquinación y
planificación, y las pequeñas cosas son tan insignificantes que no necesitan un laberinto, pues no son importantes; por eso suceden.
¿Por qué un día puedes curar tu dolor de cabeza y al día siguiente no
puedes? Porque el dolor de cabeza presenta algunos imprevistos. Primero tenemos
que ver por qué elegimos tener el dolor de cabeza y cómo el dolor de cabeza nos
ha beneficiado. Tal vez ese día no queríamos trabajar. Tal vez el dolor sea
consecuencia del estrés. ¿De dónde vino el estrés? De la desconfianza. ¿De
dónde vino la desconfianza? Del estado de separación, la falta de unidad en
Dios. ¿Cómo podemos entonces curar el dolor de cabeza hasta que no hayamos
curado el problema que está detrás de eso, hasta que no hayamos limpiado a
fondo el laberinto que conduce a él? El dicho antiguo dice que los puros de
corazón y los puros de espíritu siempre ven a Dios.
Entonces, ¿qué deberías estar haciendo? Si yo fuera tú —y soy feliz de no
serlo—, en vez de trabajar en la riqueza fabulosa, trabajaría en todos los
desvíos que me apartan de mi Dios y me apartan de serlo. ¿Y qué vendría a ser
eso? Mi propia deshonestidad, los juegos en los que entro conmigo mismo. Por
ejemplo: ¿cuándo vas a dejar de culpar a tus padres por tu vida miserable, y
por qué sigues cargando con eso como una muleta? Porque te conduce a donde
quieres. Eso es lo que hacen las personas astutas. Lo pueden usar para
conseguir lo que quieren. ¿Entiendes ahora cómo funciona el juego? Las
personas honradas no hacen esto* lo hacen las personas astutas. Es parte de la
estrategia del juego, es parte de un ataque. Cada vez que haces eso, es como si
yo regresara y reconstruyera la ciudad de Onai tan sólo para destruirla otra vez.
¡Qué ridículo es eso! Tú haces lo mismo pero a costa del reino de los cielos
y, a fin de cuentas, a costa del tormento.
Si yo fuera tú, trabajaría en la rectitud y en la pureza de espíritu.
Todos los días dedica cinco minutos de tu día —sé que va a ser difícil— a estar
totalmente presente y decir: «Espíritu Santo, mi Espíritu Santo, te suplico que
en este día presentes ante mí el cenagal de mi deshonestidad y que me alimentes
de él hasta que lo haya consumido todo y ya no quede nada.» Es difícil de hacer,
pero si vas hacia la inmortalidad, no tienes otra elección, porque eso es lo
que te está apartando de ella.
Lo segundo que yo haría es aprender a ser recto, el uso recto del
enfoque. ¿Qué significa eso? Significa que dejes de pensar en función de tu ego
alterado y pienses en función de la luz de toda la eternidad. Esta vida que estás
viviendo... Hay algunos de vosotros que no sabéis lo cerca que estaréis de
morir. Muy cerca. Esta vida podría terminarse mañana por la mañana, y tú ni siquiera la has vivido.
Piensas que vivir la vida es acostarte con cada prostituta. Piensas que la
vida es visitar todas las tabernas del Pony Pisador. Piensas que la vida son
las drogas. Eso no es vida. Y así te has perdido de la vida una vez más.
Yo empezaría a pensar teniendo en cuenta la luz de toda la eternidad. Mi
próximo punto de enfoque sería cuánto vale este momento a la luz de toda la
eternidad. ¿Qué estoy a punto de decir? ¿Lo que estoy a punto de decir es
relevante para el momento presente y para el problema en que me encuentro, o es
relevante a la luz de toda la eternidad? Yo siempre elegiría la luz de toda la
eternidad, pues recuerda que, en última instancia, nosotros somos nuestros
propios fiscales, nosotros somos el verdugo. ¿Por qué habríamos de rogarles a
ellos —que somos nosotros— la liberación para una vida temporal cuando podemos
tener vida para toda la eternidad? A la luz de toda la eternidad, ¿cuánto vale
este momento?
Lo siguiente que haría es no quitarles nada
a los demás ni jugar al juego de la prostitución mental. Hay algunos
de vosotros aquí que sois muy tacaños, sois unos codiciosos ladrones.
¿Qué podemos decir de eso? ¿Cómo puedes pedir riqueza fabulosa cuando
eres avaro con la riqueza que tienes? ¿Cómo puedes ser Dios v codiciar
tu monedero?
Algunos de vosotros aquí sois ladrones. Robáis a la gente y lo llamáis
manifestación. ¿Ves cómo funciona el laberinto? ¿Ves cómo justificamos todo y
que la personalidad debe ser justificada a fin de que pueda asirse a esta
vida? Te digo que ni por todo el dinero de este mundo ni del mundo venidero te
vale la pena perder tu pureza de espíritu. No lo vale. Hay muchos santos que
anduvieron sobre esta tierra y que comían pan ácimo, sólo bebían agua, y a
veces ni siquiera eso, y el vino hubiese sido un placer sin medida. ¿Quién hizo
esto y por qué? Porque era el principio fundamental de sus vidas. Podían gozar
del vino, del banquete empalagoso, del cordero, los dulces, las olivas y el
queso, pero sólo si sabían andar en ciertos círculos, y hacer eso significaba
enturbiar la pureza del espíritu. Los grandes seres a veces eligen ser simples
porque el ser de otra manera implica renunciar a lo que les es más cercano y
querido: la luz de toda la eternidad.
Al otro
extremo de esto estáis aquellos de vosotros que sois ladrones. Os he observado.
¿No sentiste que tu conciencia se estremecía? Sí, lo sentiste. ¿Sabes qué
hiciste con eso? Lo justificaste diciendo que era una manifestación. No es tuyo
a menos que te lo den, y que te lo den por medio del amor de Dios —Dios es un
dador; no quita—, y que te lo den sin esperar nada a cambio. Eso es
incondicional e ilimitado. Vas a encontrar muy pocas personas en el mundo que
saben dar de esa manera, así que las ocasiones de recibir podrían ser muy
pocas. Pero todo debería ponerse en la balanza frente a tu vida espiritual.
No tomes ni
una copa de oro ni un penique de cobre que no te pertenezcan, y si lo has
hecho, devuélvelos. Eso se llama honestidad y ser honorable. Es algo difícil
de hacer; es difícil tragarse la propia deshonra. Yo preferiría tragarme mi
deshonra y saber que viviré para siempre —tal vez burlarme de mi propia
ridiculez y de mis propios camaradas—, preferiría vivir conforme a eso antes
que ir a parar a los gusanos, perder mi memoria, nacer otra vez sin ningún
recuerdo, y tener que empezar todo esto de nuevo con un alma herida.
RAMTHA