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martes, 22 de mayo de 2012

SÈ COMO EL AGUA


Muchos recordaréis aquel fantástico anuncio de una marca de coches en el que aparecía Bruce Lee diciendo estas palabras:

“Vacía tu mente. Libérate de las formas. Como el agua. Pon agua en una botella y será la botella. Ponla en una tetera y será la tetera. El agua puede fluir… o puede golpear. Sé agua amigo.”

Puede que muchos no entendáis este mensaje. Pero en el trasfondo de estas palabras se encuentra una filosofía de vida muy poderosa, la cual merece la pena conocer.
Como todos sabéis, el agua es una sustancia de carácter líquido, formada por dos átomos de hidrogeno y uno de oxígeno, y es esencial para la supervivencia de casi cualquier forma de vida. La particularidad de este elemento, es que en su estado natural (líquido), se puede atravesar, se puede golpear, se puede intentar alterar su forma de cualquier manera, pero nunca se rompe, siempre se adapta. El agua es blanda, pero ni mucho menos es débil. Cuando está enfurecida y ataca con toda su fuerza, puede penetrar por los huecos y las grietas de cualquier objeto, resquebrajándolo desde su interior.

Se trata de un concepto difícil de entender, pero si lo aplicáramos al día a día, sería una forma de vivir mientras pensamos, sentimos y actuamos de una manera acorde a lo que percibimos, aceptando nuestra realidad y no oponiéndonos a ella , en cierto modo, dejar que cada suceso de nuestra vida nos afecte en su justa medida.

Por culpa de nuestro ego generamos un modelo de nosotros mismos que muchas veces puede chocar frontalmente con nuestro entorno. Sino somos capaces de ser más flexibles y aprender a adaptarnos a las cambiantes circunstancias de nuestra realidad, sufriremos permanentes estados de tensión y ansiedad. Por ello es importante buscar una situación permanente de serenidad que nos haga ver las cosas desde un prisma que nos permita moldearnos a las circunstancias, y no oponernos constantemente a ellas.

Un reflejo de esta forma de actuar en la vida se podría denominar como asertividad, término empleado en comunicación para definir a aquella forma de interactuar basada en la defensa de los derechos propios y el respeto a los demás, es decir, en la cual la persona ni agrede, ni se somete a la voluntad de los otros. Es una forma que difiere de la mera pasividad, en la que no reaccionamos ante una agresión externa, o de la agresividad, en la que la mayoría de las veces se caracteriza por dar una respuesta desproporcionada a lo que la situación requiere. Esta forma de comportamiento se caracteriza por la serenidad y la muestra de autoconfianza, ajustando la emoción a las características de la situación, sin que por ello se vean mermados los derechos propios.

Ya decía Aristóteles que: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.”

Por tanto, tenemos que tratar de ajustar nuestras emociones y nuestras respuestas a las características de la situación, ya que de esta manera nos haremos respetar más que desde la intimidación, y tendremos una mentalidad más clara a la hora de seleccionar nuestras acciones.

Pensad que si fuéramos como el agua, ninguna agresión externa debería afectarnos más allá de lo que realmente merece. Sin embargo, empleando toda nuestra voluntad para lograr algo de lo que estamos realmente convencidos, ser como el agua implica ser un torrente imparable para la consecución de nuestros objetivos. Porque cuando se encuentra con algún obstáculo, el agua busca vías alternativas para seguir fluyendo. De ese mismo modo tenemos nosotros que fluir, volviéndonos más flexibles, más constantes, y dejando de ser las víctimas de nuestras vidas.

Seamos los autores de nuestra propia vida, seamos como el agua.
 
 "Conócete a ti mismo y conocerás el universo"
 
 

domingo, 20 de mayo de 2012

FLEXIBILIDAD


Un hombre es joven en proporción a su flexibilidad. Observad a un niño pequeño. Es tan suave, tierno y flexible. A medida que se envejece, todo se vuelve tenso, duro, inflexible. Pero un hombre puede permanecer absolutamente Joven hasta el momento mismo de su muerte si no pierde la flexibilidad.
Cuando sois felices, os expandís. Cuando tenéis miedo, os encogéis, os escondéis en vuestro caparazón, porque si salís puede haber peligro. Os encogéis en todos los aspectos: en el amor, en las relaciones, en la meditación, en todo. Os convertís en una tortuga y os encogéis por den­tro. Si continuamente se permanece en el temor, tal como viven muchas personas, con el tiempo se pierde la elasticidad de la energía. Entonces os convertís en una charca de agua estancada. Dejáis de fluir, dejáis de ser un río. Os sentís cada vez más muertos.
Pero el miedo tiene un uso natural. Cuando la casa está en llamas, tenéis que escapar. No intentéis no sentir miedo o seréis unos tontos. Deberíais mantener asimismo la capacidad de encogimiento, porque hay momentos en que es necesario detener el flujo. Deberíais ser capaces de salir y de entrar, de salir y de entrar. Eso es flexibilidad: expansión, enco­gimiento, expansión, encogimiento. Es como respirar. La gente que tiene mucho miedo no respira profundamente, porque incluso esa expansión proporciona miedo. Su pecho se encoge; tendrá un pecho hundido.
Intentad encontrar maneras de hacer que vuestra energía se mueva. A veces incluso la ira es buena. Al menos hace que vuestra energía se mueva. Si tenéis que elegir entre el miedo y la ira, elegid esta última. Pero no paséis al otro extremo. La expansión es buena, pero no deberíais vol­veros adictos a ella. Lo que de verdad debéis recordar es la flexibilidad: la capacidad de moveros de un extremo al otro.