
Ahora, ese es un concepto que acobarda. Sin ir más
lejos, en este
monólogo, que esta declaración —porque yo no quiero que pierdas los
estribos y crees entonces un apego a la enseñanza que te acabo de dar, lo
cual es siempre un riesgo—, ¿por qué no piensas entonces que quizás la razón
por la que no quieres renunciar a tu pasado es que ha sido un muy buen compañero en tu
presente, y ello significaría
realmente tener que ser una persona diferente? Y al ser tú la persona que
siempre quiere estar en control de tus apegos, eso te pone un poco fuera de control. ¿Cuántos de vosotros
entendéis? Yo te digo: los santos nacen a raíz de este fuego —en verdad lo
hacen— y también los maestros,
gente auténtica y genuina que está en una misión divina para encontrar esa falla
que ha inhibido su progreso durante milenios. La están buscando, la quieren de
verdad. ¿Sabes? Tú no tienes un montón de karma. Lo que tienes es una falla
—una falla— de la que te puedes adueñar, y es la falla más obvia en tu vida. Y
te puedes adueñar de ella cuando sacas tu espada y derribas esas muletas que la
sostienen y te das cuenta de que está vacía. Y son las muletas las que te
siguen trayendo de regreso vida
tras vida tras vida. ¿Entiendes? Ahora sabemos que al hablar de una
enseñanza como esa hay algunos de vosotros que no me escucháis. Tenéis lo que
se dice un oído selectivo; así os perdéis muchas de mis enseñanzas. Hay
espacios completos de los que no recordáis nada, y yo soy mucho mejor orador
que eso. El oído selectivo actúa cuando no quieres escuchar lo que te estoy
diciendo. Pero yo te digo: estás aquí para escucharlo; viniste aquí para
escuchar lo que no quisiste escuchar antes.
Ahora, nuestro primer paso en esta resolución es que
nos ha tomado todos estos años llevaros hasta un punto de conocimiento más allá
de la superstición y el fanatismo, llevaros hasta el punto en que ahora ya
podemos ir hasta el centro y hablar de esto sin histeria. Yo voy a seguir
teniendo aquí gente histérica, porque ellos no escuchan. Ellos no escuchan la
enseñanza completa ni la contemplan profundamente, ni ven por sí mismos que
todos estos bloqueos están realmente vacíos, y que lo único real en ellos es la
culpa. Y cuando nos deshacemos de eso, no hay nada más y todo lo que existe ahí
es amor. Esa es la cualidad de Dios que estamos buscando aquí. Ese es el poder
que mueve montañas. Bueno, tomó todo este tiempo traerte a este pequeño lugar
para que escucharas este simple mensaje; y es así de sencillo. ¿Qué tan difícil será entonces desprenderte de tus apegos?
No es difícil en absoluto, mi querida gente, porque con un enfoque aplicado a
la carencia sin personas, lugares, momentos y sucesos, ésta no se puede
sostener como carencia, no existe. Y cuando esa iluminación ocurra, el cerebro
se revolucionará para reconectar sus circuitos exactamente de acuerdo con ese
entendimiento. ¿Y qué ocurre cuando te das cuenta de que no existe tal cosa en
ti como la carencia o el miedo o la enfermedad o la maldad o la ignorancia, o
cualquier otra cosa que quieras nombrar? ¿Qué pasa en ese momento cuando sabes
eso? Todo el espacio de esa contemplación se desvanece, porque no se puede
sostener a sí mismo.

Tu manera de pensar equivocada y pequeña nunca te
permitirá experimentar la vida, pobre de ti. Y nunca serás un maestro en esta
escuela, porque el sueldo de la maestría es muy estricto. Demanda la conquista
de uno mismo; más que eso, demanda la absolución de lo divino en nosotros. Eso
significa la liberación de
nuestra divinidad. ¿Y dónde está esa divinidad? Está justo en el lugar donde
crees que está tu carencia. Y nuestra divinidad es la voluntad. Es la
espada de la voluntad la que nos permite, como legisladores, determinar qué
clase de vida queremos. Yo digo que no hay enemigo que no hay hombre ni mujer ni hay padre
tan poderoso que me pueda robar mi
vida y mi poder de hacer de mi vida lo que quiera. Nunca hubo nadie tan
poderoso en mi vida. ¿Por qué tendría que haberlo en la
tuya? Así pues, aquellos de
vosotros que tenéis oídos, escuchad lo que he dicho y no lo interpretéis de modo diferente
a como yo os lo he enseñado.
Y aquellos de vosotros que queréis saber, vuestra libertad está cerca; vuestra
absoluta levedad del ser está a vuestro alcance. Y no me importa quién seas, no
me importa qué idioma hables, si sabes leer y escribir o si no sabes, todos
somos iguales ante Dios. Y cuando todos tenemos ese momento de mirarnos a los
ojos, ver nuestras limitaciones y calificar nuestra carencia por lo que la
sustenta, y después deshacernos de lo que la sostiene, entonces te juro que
estamos ejecutando lo divino, y todos nosotros tenemos la capacidad de hacer
eso. El amor es un imán. Es magnético y poderoso. La carencia es artificial,
limitada, destructiva. Así, lo verdaderamente maravilloso en esta escuela aún
está por aprenderse, pero no puede aprenderse hasta que esta lección sea practicada
y quede adueñada. ¿Cuántos de vosotros entendéis? Que así sea.
RAMTHA