"La
mayor parte del tiempo la gente vive en los pensamientos de su mente o
en la mente subconsciente. Llegan a ser lo que son sus pensamientos.
Experimentan dolor o placer, experimentan enemistad, celos, orgullo o
cualquier otra cosa. Yo no doy ninguna importancia a esta clase de
estado. Cualquiera que sea el pensamiento que aparece en mi mente, no le
doy ningún valor. No me identifico con estos pensamientos. Ni siquiera
pienso que sean míos. Permanezco como testigo de todos los pensamientos
que aparecen en mi mente". SWAMI MUKTANANDA
Nuestra mente es el instrumento más importante que poseemos, con la mente conocemos y reconocemos, pensamos, recordamos, percibimos, imaginamos y nos es dado relacionarnos con los demás. Pero ¿qué pasa cuando hace de las suyas? ¿Qué hacemos cuando nos invade con pensamientos que escapan a nuestro control?
La mente es creadora, todo lo que proyectamos mentalmente es lo que tendremos en nuestras vidas; pero, en ocasiones, aunque seamos conscientes de su poder, no sabemos controlar todo lo que aparece en ella. Nos hemos pasado la vida programando nuestro subconsciente con todo lo que nos ha impresionado. Hemos creado patrones de sufrimiento, miedo, duda, miseria, etc. Esos patrones siguen ahí, aunque pasen los años, para salir en cualquier momento. ¿Alguna vez has experimentado un momento de felicidad plena y de pronto te invade una sensación de tristeza? Tú lo has programado para que te avise, en algún momento de tu vida creíste que no podías ser feliz y tu mente saca el archivo del cajón para recordártelo.
Aunque a veces lo parezca, la mente no va a su aire, sino que responde a unos patrones creados a lo largo de nuestra vida. No es mezquina, sólo cumple su función. Afortunadamente, la película del subconsciente no está acabada, puede modificarse, malearse, e incluso ampliarse. Y el primer paso para ello es observándola. No podemos rechazar o bloquear los pensamientos negativos porque éstos volverán con más fuerza. Sólo podemos ser testigos, sin juicios, con absoluta comprensión y aceptación. Mantener una percepción alerta de instante a instante respecto a cada pensamiento que surja, a cada sentimiento, a cada acción. Tomar conciencia del proceso. DARSE CUENTA. Y entonces surge la magia, la mente se calma, vemos la realidad tal y como es y el pensamiento se disuelve.
El observador solo conoce el ahora, por tanto, cuando observamos, rompemos la rutina de la mente, el ir y venir entre pasado y futuro y, con el tiempo y la observación constante sanamos nuestra mente y rompemos los patrones acumulados.
El observador crea, porque es capaz de observar la creación de la mente sin juzgarla, cuando no se observa la mente se vuelve repetitiva, y como consecuencia, las experiencias también. El observador rompe el patrón de repetición porque disuelve el pensamiento que lo creó y permite programar nuevas experiencias. El observador nos da la libertad.
Abre espacio en nuestra mente para permitir el paso a nuestra esencia. En una mente saturada no puede haber comunión. Sólo en el silencio mental, en la percepción plena del momento presente podemos permitir la comunicación con nuestro verdadero Ser.
Nuestra mente es el instrumento más importante que poseemos, con la mente conocemos y reconocemos, pensamos, recordamos, percibimos, imaginamos y nos es dado relacionarnos con los demás. Pero ¿qué pasa cuando hace de las suyas? ¿Qué hacemos cuando nos invade con pensamientos que escapan a nuestro control?
La mente es creadora, todo lo que proyectamos mentalmente es lo que tendremos en nuestras vidas; pero, en ocasiones, aunque seamos conscientes de su poder, no sabemos controlar todo lo que aparece en ella. Nos hemos pasado la vida programando nuestro subconsciente con todo lo que nos ha impresionado. Hemos creado patrones de sufrimiento, miedo, duda, miseria, etc. Esos patrones siguen ahí, aunque pasen los años, para salir en cualquier momento. ¿Alguna vez has experimentado un momento de felicidad plena y de pronto te invade una sensación de tristeza? Tú lo has programado para que te avise, en algún momento de tu vida creíste que no podías ser feliz y tu mente saca el archivo del cajón para recordártelo.
Aunque a veces lo parezca, la mente no va a su aire, sino que responde a unos patrones creados a lo largo de nuestra vida. No es mezquina, sólo cumple su función. Afortunadamente, la película del subconsciente no está acabada, puede modificarse, malearse, e incluso ampliarse. Y el primer paso para ello es observándola. No podemos rechazar o bloquear los pensamientos negativos porque éstos volverán con más fuerza. Sólo podemos ser testigos, sin juicios, con absoluta comprensión y aceptación. Mantener una percepción alerta de instante a instante respecto a cada pensamiento que surja, a cada sentimiento, a cada acción. Tomar conciencia del proceso. DARSE CUENTA. Y entonces surge la magia, la mente se calma, vemos la realidad tal y como es y el pensamiento se disuelve.
El observador solo conoce el ahora, por tanto, cuando observamos, rompemos la rutina de la mente, el ir y venir entre pasado y futuro y, con el tiempo y la observación constante sanamos nuestra mente y rompemos los patrones acumulados.
El observador crea, porque es capaz de observar la creación de la mente sin juzgarla, cuando no se observa la mente se vuelve repetitiva, y como consecuencia, las experiencias también. El observador rompe el patrón de repetición porque disuelve el pensamiento que lo creó y permite programar nuevas experiencias. El observador nos da la libertad.
Abre espacio en nuestra mente para permitir el paso a nuestra esencia. En una mente saturada no puede haber comunión. Sólo en el silencio mental, en la percepción plena del momento presente podemos permitir la comunicación con nuestro verdadero Ser.