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miércoles, 16 de mayo de 2012

CONCIENCIA DE UNO MISMO

Conciencia de uno mismo
"Tener conciencia de uno mismo" es saber que uno existe. Mejor dicho, saber que uno es un individuo, una persona única, diferente de todos los demás. Es igual a conocer nuestra personalidad, a saber quiénes somos. Ser consciente de nosotros mismos es la forma más objetiva de conocernos; es decir, no de sentir quiénes somos, sino de saber quiénes somos.
La introspección es la herramienta para lograr esto. Saber quiénes somos es obtener una claridad mental increíble y poderosa. Por supuesto, conocernos completamente es imposible; pero gracias a la meditación introspectiva podemos llegar a conocernos bastante. Y conocer la esencia de nuestro Ser es el objetivo de todo filósofo, de todo artista, y de toda persona que quiera evolucionar espiritualmente.
Los maestros espirituales, de hecho, son quienes se dedican a la introspección por horas y horas cada día. Durante este proceso pueden llegar a sufrir mucho; hasta que nos encontramos, podemos sentirnos muy perdidos. Pero el haberse sometido por tanto tiempo a la búsqueda de su Ser es, justamente, lo que los convierte en maestros. No porque hayan descubierto nada demasiado impresionante, sino porque recorrieron el camino para llegar hasta allí, alcanzan un nivel de conciencia superior. Son sabios porque saben cómo superar los obstáculos, no porque tengan todas las respuestas.
Al contrario de lo que podría pensarse, tener conciencia de uno mismo no es una forma de apartarse del mundo. Es una forma de entender el mundo. Hay una frase popular que dice: "pinta tu aldea y pintarás el mundo". Esto quiere decir que al describir lo más propio y específico de nuestra comunidad, estamos describiendo procesos, sentimientos, situaciones, que son comunes a todos los hombres.
Cuando vemos una película ambientada en, digamos, la Francia del siglo XVIII, ¿por qué nos emocionamos? No vivimos en ese siglo, sólo lo hemos conocido por medio de la literatura y el cine, no enfrentamos los mismos problemas que las personas de ese siglo, no tenemos su mismo estilo de vida. Pero nos emocionamos porque el alma del ser humano ha sido la misma desde el comienzo de los tiempos.
Demos un ejemplo más claro: la mejor manera de comprender el dolor de los demás es comprendiendo el dolor propio. Cuando muere el padre de un amigo, y nosotros mismos hemos perdido a nuestros padres, podemos comprender por lo que esa persona está pasando. Por supuesto, habrá diferencias, pero el sentimiento de orfandad es uno solo y universal.
De manera similar, si conocemos la felicidad interna podemos vivir la felicidad en el exterior. Si estamos contentos con lo que somos, podemos estar contentos con los demás. Muchas parejas no funcionan porque uno de los dos miembros (y en algunos casos, los dos) están inconformes con lo que son. Con su carrera, con las decisiones que han tomado, con los sueños a los que han renunciado. Viven preguntándose "qué hubiera pasado si yo...". Están inconformes con su vida. Y cualquier persona que trate de formar parte de ella, resultará igual de insatisfactorio, se encontrará con un alma que está fijada en el pasado y no presta atención al presente. Sólo cuando nos relacionamos desde el amor podemos vivir el amor.
Dijimos recién que la introspección es una forma de conocer el mundo. Y en forma análoga, viajar es una forma de introspección. La literatura moderna y el cine (una forma de arte que no nació hasta el siglo XX) han trabajado este tema muchísimas veces. Es casi un lugar común contar la historia de una persona que ante una crisis de identidad, se sube a un auto y sale a la ruta, decidido a encontrarse. El viaje de una ciudad a otra es una metáfora del viaje interno hacia nuestro Ser.
Este género, en el cine, se llama road movie (literalmente, "película de ruta") y un buen ejemplo de él es el film Cuando huye el día, del famoso director Ingmar Bergman. Es la historia de un eminente profesor de medicina llamado Isak Borg, que viaja en un auto, acompañado por su nuera y tres jóvenes que estaban haciendo dedo en la ruta, hacia su vieja Universidad, donde se realizará un acto en su honor y recibirá un premio por sus 50 años como médico. En el camino, se ve inundado por recuerdos de su infancia y su juventud, que lo llevan a cuestionar las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida. Se da cuenta de que no es una persona cálida, de que se ha alejado de los demás, y de que ha perdido la alegría de vivir que tenía durante su juventud. Finalmente, su nuera le confiesa que está embarazada. A través del cariño que le profesan los tres jóvenes, y ante la perspectiva de un nieto que pronto nacerá, se da cuenta de que su vida no ha sido perfecta, pero que no ha sido inservible; gracias al amor de su familia, se da cuenta de que su vida ha valido la pena. Isak alcanza un nivel de satisfacción consigo mismo enorme. Pero eso sólo fue posible luego de que buceó en su interior y se encontró con su verdadero Ser. Cuando pudo aislar sus pensamientos, sus recuerdos, sus ideas, sus miedos, sus pesadillas, sus temores, separarse de ellos y ver su vida desde otra perspectiva, se encontró con una profunda sensación de plenitud.
Ver este tipo de películas es sin duda una actividad inspiradora para quien busca superarse a sí mismo. ¿Algunas otras de ellas? París, Texas, de Wim Wenders. Mi mundo privado, de Gus Van Sant. Lo opuesto del sexo, de Don Roos. Historias mínimas, de Carlos Sorín. Cleopatra, de Eduardo Mignogna. Sabiduría garantizada, de Doris Dórrie. Los secretos de Harry, de Woody Alien (que es una versión mas moderna de Cuando huye el día).
En estas películas, la distancia que los personajes ponen entre sí mismos y sus hogares representa simbólicamente la distancia que nosotros debemos poner entre nuestros pensamientos y nuestra conciencia, para no confundir lo que somos con lo que pensamos.
Sólo así podemos encontrarnos con nuestro Ser. Con el amor, la alegría, la plenitud que reside en nuestros corazones y espera que nosotros salgamos a buscarla.

Ejercicio de meditación

1) Asumimos la postura corporal y el mudra elegidos.
2) Cerramos los ojos y nos concentramos en nuestra respiración, sin modificarla aún.
3) Vamos reduciendo nuestro ritmo respiratorio, lentamente, tanto como nos sea posible.
4) No pensamos en nada. Cuando surge una idea, la reconocemos corno tal. No nos dejamos arrastrar por ella, simplemente decimos con nuestra voz interior "estoy pensando" y observamos desde afuera esa idea.
5) Esperamos en silencio. Vemos cómo esa idea se disuelve lentamente hasta desaparecer.
6) No pensamos en nada. Cuando surja otra idea, repetimos el paso 3.
7) Continuamos meditando hasta que podamos pasar varios minutos sin pensar en nada.
8) Observamos el silencio por tanto tiempo como deseemos.
9) Cuando estemos listos para finalizar, volvemos a concentramos en nuestra respiración.
10) Vamos recuperando nuestro ritmo respiratorio normal.
11) Abrimos los ojos, lentamente. Esperamos unos minutos en silencio antes de incorporarnos.
Nota aclaratoria:
Es posible que en las primeras sesiones no logremos pasar varios minutos sin que surja alguna idea; en estos casos, cuando hayamos aislado unos diez pensamientos, podemos poner fin a la meditación.
Con el paso del tiempo, y con la práctica, cada vez será más fácil identificar y aislar los pensamientos. Pronto, seremos capaces de llegar a la suspensión de los pensamientos después de tan sólo algunas aislaciones iniciales. Debemos ser pacientes y esperar que llegue este momento sin desanimarnos ni abandonar la práctica de la meditación.