La existencia cósmica, se renueva en sucesivas reencarnaciones, es eterna e infinita en sí misma, pero
los ciclos recurrentes son necesariamente finitos y temporales. Jamás
ha habido un punto de partida para todos los seres, porque siempre
existió la proyección de la Mente en un universo en serie, que se repite
a sí mismo sin comienzo ni fin. El ascenso y progreso es un hecho
real solamente porque la evolución tiene una estructura en espiral, lo
que quiere decir es que siempre hubo simultáneamente, cultura,
civilización, aspiración ética, desarrollo intelectual, etc., junto a
condiciones primitivas.
El mal forma parte de la experiencia
que el ego tiene del mundo, no porque sea inherente al mundo mismo, sino
porque está en las ilusiones que los contrastes y limitaciones del
mundo producen en el ego. El mal está en la persona no en su contorno.
No vemos el tiempo de los procesos naturales de evolución del ego,
porque no puede cumplirse plenamente, mientras todavía permanecemos en
este mundo inferior, debido a que nuestras percepciones
espacio-temporales al ser finitas y pobres, impiden tener un mundo
absolutamente perfecto. Todo lo finito es necesariamente imperfecto.
Sólo cuando el hombre ha resuelto el misterio del tiempo, que pertenece a
su vida terrenal, se le permitirá resolver el misterio de la Duración
infinita, que esencialmente pertenece a su vida no terrenal.
La
historia del hombre es el intento de realizar en el tiempo y en el
espacio, lo que ya existe como unidad armoniosa en la consciencia de la
Mente Universal. El universo es para Ella un proceso activo que actúa
simultáneamente en el tiempo: un acto eterno. Es por eso que todas las
cosas y seres incluidos en el universo, inconsciente o conscientemente,
se esfuerzan por alcanzar su realidad interior, que los llevará más allá
de esta esfera terrenal con sus limitadas percepciones. “Retorno al
hogar”, llaman los chinos al afán de la vida humana de alcanzar su
infinita Fuente y realizarse en ella. El hombre puede llegar a esa
Fuente “dentro” de sí mismo.
Ramana Maharshi, en sus Platicas, explica: “el asiento de la Realización está en el interior y el buscador
no lo podrá encontrar como un objeto que está fuera de él. Ese asiento
es la Dicha y el núcleo de todos los seres. La única finalidad útil del
nacimiento actual, es volverse hacia el interior y realizar eso. El
resultado de la concentración es el silencio. La meditación sin
actividad mental es el silencio, la subyugación de la mente es
meditación. La meditación profunda es palabra eterna”.
La
eliminación de la ignorancia, es el objetivo de la práctica, no la
adquisición de Realización. La Realización está presente siempre aquí y
ahora y eternamente. La Gracia está siempre, no hay que adquirirla, la
Gracia es el Yo. “Estad quietos y conoced que Yo soy Dios ” Aquí la
quietud es entrega total, sin vestigio de individualidad. Prevalecerá la
quietud y no habrá agitación mental. La agitación mental es la causa
del deseo, del sentido de la ejecución del acto y de la personalidad.
Allí conocer significa Ser. No es el conocimiento relativo, abarca a las
tríadas, al conocimiento al sujeto y al objeto.
La naturaleza de la Realidad significa:
1.- La existencia sin principio ni final: eterna.
2.- La existencia por doquier, sin término: infinita.
3.- La existencia que subyace en todas las formas, todos los cambios, todas las fuerzas, toda la materia
y todo espíritu. La multiplicidad cambia y desaparece (está constituida
por los fenómenos) mientras la Unidad perdura siempre. ( es el
nóumeno).
4.- La Unidad desplaza a las tríadas. Las tríadas son sólo apariencias en el tiempo y el espacio, mientras
que la realidad yace más allá de aquéllos y detrás de aquéllos.
Aquéllos se parecen a un espejismo que está detrás de la Realidad. Son
el resultado de la engañosa ilusión.
“El Yo expulsa la ilusión del yo, pero permanece como Yo. Esa es la paradoja de la Realización del Yo, que
es Dicha porque es la Realización del Yo como el ojo espiritual
ilimitado, no es clarividencia, es el supremo renunciamiento personal.”