Al observarte, pues has venido aquí a aprender la vida espiritual, a
aprender el poder de la conciencia y la energía y cómo solucionar ciertos
problemas de tu vida, quiero que sepas, de manera muy franca y directa, que no
me escuchas. Filtras sólo lo que tu parte humana necesita y no oyes el resto.
¿Cuál es la diferencia entonces entre oír las palabras y llevarlas a la
práctica? Si hubieras escuchado todo lo que te he enseñado, y si te hubieras
dedicado con sinceridad a aplicar todo lo que te he enseñado con la debida
presteza y a concretar esa realidad adecuadamente, entonces, cualquiera haya
sido lo que creaste, habrías realizado una travesía que convertiría en realidad
todos tus sueños. Pero tú no me escuchas.
Para entender por qué algunos de tus sueños no se harán realidad, te
diré que hay algunos de vosotros que insistís en hacer las cosas a vuestro
modo. Yo te digo que tú no sabes más que yo, porque si lo hicieras no estarías
sentado donde estás, y yo donde estoy. Pero hay una obstinación en la psique
humana que es interesante. Todo el mundo se afana por ser singular. Por eso
existe una palabra llamada belleza y una palabra llamada fealdad. Ahora bien,
en el verdadero reino de Dios, esas palabras ni siquiera existirían. No serían
necesarias, porque no son aspectos de Dios, son aspectos del ser humano.
Hay una necesidad de individualidad; lo complejo, sin embargo, es que
quieres ser suficientemente individual, pero quieres mezclarte. Quieres ser un
individuo, pero quieres que te acepten. ¿Quién quieres que te acepte? ¿Otros
individuos? Así que junto a esta necesidad de ser un individuo y
valerte por ti mismo, tenemos a un tonto. Y el tonto dice: «Yo sé lo que más me
conviene y puedo descartar toda esta basura, porque no es lo que quiero ahora
en mi vida. Quiero ser un individuo. No quiero homogeneizarme con el Espíritu.
Trabajé muy duramente para ser individualista».
Así que esto es lo pasa: tomas sólo lo que quieres tomar y lo que
piensas que es bueno para ti. Yo jamás te he dado una enseñanza que no
te beneficiara ni una enseñanza que, de ser aceptada completamente, no te hiciera evolucionar. No estoy aquí para hacerte retroceder; estoy aquí
para hacerte avanzar hacia el hermoso, maravilloso y delicioso presente que te
sigues perdiendo.
En esta necesidad de individualidad, estableces tus propias reglas, y yo
debo enseñarte en torno a esas reglas. Entonces, cuando venimos a crear un
nuevo año, ¿cómo vas a edificarlo? ¿Qué herramientas, me atrevo a preguntar,
has cultivado durante el año anterior que te permitirán llevar a cabo con
absoluta certeza aquello que quieres? Y te diré esta noche que estás lisiado.
¿Por qué tu vida como individuo está tan trastornada, y tu vida como
ser espiritual sólo viene en tu ayuda, al parecer, en el momento más extraño y
respecto a cosas que ni siquiera parecen ser importantes? ¿Por qué el Espíritu
no está íntegramente contigo? Por que tú estableces las condiciones. Tú
instalas la red neuronal. Le has puesto una pared a la expresión total, a la
participación total.
El Vacío nos limpia, ¿no lo sabes? Cuando entramos en el Vacío, no
podemos hacerlo en carne y hueso. Esta cara bonita no puede ir allí, este
hermoso cuerpo no puede ir allí, y sin embargo, esas son las normas que
establecemos para el yo. Y ser capaces de concentrarnos es demasiado incómodo
para esta cara bonita y este cuerpo hermoso. ¿Y sabes lo que haces? Ni siquiera
lo intentas. Llegas hasta cierto punto y simplemente te pones a pensar. ¿Por
qué no llegaste hasta allí? Porque no escuchas y porque no trabajas. Esperas
que yo haga el trabajo por ti. Esta escuela no se trata de eso. Yo ya hice mi
trabajo, viví la vida, transité el camino. Este es tu trabajo. ¿Es difícil
esto? No es nada difícil, es tan simple como las decisiones que has tomado en
tu vida.