Publicado en el Diario La Nación de Neiva (Huila, Colombia) el 04 de Diciembre de 2011.
A mi manera de ver todos poseemos una especie de baúl personal. Allí
vamos guardando cada experiencia vivida y lamentablemente le asignamos
una etiqueta dependiendo de lo “bien” o “mal” que nos fue. Con cada
situación nueva que aparece nos remitimos al dichoso baúl y buscamos
alguna que se le asocie. Si encontramos el componente “miedo” nos
detenemos y ya no actuamos. El miedo nos cohíbe de tomar decisiones,
asumir retos, arriesgarnos, porque estimamos que nos puede ir igual que
antes y preferimos seguir por la vida esquivando.
El miedo, la emoción más tóxica, es el ingrediente primario para
manifestar lo que se teme. No es sino que nos angustiemos y centremos
nuestra mente en algo que no queremos que ocurra, para que suceda.
Obviamente, los pensamientos por sí solos no tienen fuerza. Necesitan de
sensaciones y emociones para que se manifiesten. Es decir, pensamientos
negativos combinados con miedo son la mezcla perfecta para crear la
receta del anti-éxito.
Algunos miedos son infundados, otros aprendidos. También existen los
que llevamos grabados en nuestro inconsciente y que heredamos
genéticamente a través del ADN. Este tipo de miedo ancestral es
transmitido de generación en generación y está en cada uno de nosotros
romper con el esquema, para eliminarlos de nosotros mismos y de nuestros
descendientes.
Un joven me dijo en una ocasión: “el miedo es chévere; la adrenalina
que se produce es agradable”; puede ser. De hecho hay quienes sacan
enorme fuerza en momentos de conmoción. Sin embargo, la mayoría nos
paralizamos. Muchos llevamos el miedo al área del plexo solar,
desencadenando todo tipo de malestares digestivos: problemas de colon,
estreñimiento, diarrea, etc. Yo, por ejemplo, fui una niña muy
asustadiza, con muchos miedos pequeños y grandes (algunos absurdos), que
no elaboré en su momento. De adulta seguí cargándolos, hasta que me
llevaron a una crisis de salud y fue ahí cuando reaccioné.
Hay cuatro posibles opciones ante el miedo: lo evito, huyo, lo
enfrento sin conciencia o lo abordo trabajándolo para obtener la
libertad emocional que busco. Claro, hay situaciones de miedo extremas,
en donde se corre peligro de muerte. Por ejemplo, si mi vida está en
riesgo porque me persigue un animal rabioso pues lo más sensato sería
correr. Sin embargo, muchas veces el universo nos plantea
circunstancias, en los momentos menos esperados, para sanar. Eventos,
personas que se cruzan por nuestra vida para enseñarnos una lección,
brindándonos la posibilidad de darnos cuenta que este tema es algo a lo
que definitivamente debemos darle nuestra atención.
Determinación
Hablemos de un miedo puntual, simple y hasta chistoso para algunos,
pero que clarifica el párrafo anterior: el miedo a usar las escaleras
eléctricas o el ascensor. Quien sufra de este miedo puede: 1. Evadir su
uso absteniéndose de ir a ciertos sitios. 2. Caminar y utilizar las
escaleras normales. 3. Subir forzadamente, obligado por alguien pero
presa del susto, con los ojos cerrados, solo deseando llegar rápido. 4.
Darse la oportunidad y superar su miedo. Me enteré hace poco de una
mujer quien nunca se atrevía a usar las escaleras eléctricas, a la que
por “casualidad” le tocó ayudar a una persona enferma y la única manera
era utilizando estas escaleras. Con miedo, pero con determinación ayudó
al incapacitado y de paso a ella misma. Me contaba que sentía que ese
ser había sido enviado por Dios para mostrarle que sí podía hacerlo.
Todos tenemos la capacidad de abordar y superar nuestros miedos, de
responder diferente a las mismas situaciones de siempre que nos sacan de
nuestro centro. Nuestro propósito debe ser transmutar el miedo por el
amor.
Existen otras innumerables clases de miedo: miedo al fracaso, miedo a
la pérdida, miedo a la muerte, miedo a la soledad, miedo a la
enfermedad, miedo a la desaprobación, miedo al conflicto, entre otros.
Cada uno de ellos puede ser trabajado partiendo de premisas que nos
recuerdan nuestro origen divino y nuestro potencial espiritual
ilimitado. Somos seres poderosos, hijos amados de Dios, cocreadores como
nuestro Padre.
En palabras sencillas, los miedos que se asocian con el tema de la
abundancia y la escasez, miedo a tener y no tener, a perder, se pueden
elaborar recordando que somos seres abundantes por naturaleza, que Dios
es nuestra fuente inagotable de provisión y que todo lo que necesitamos
para ser felices ya se nos ha sido dado. El miedo a la soledad,
entendiendo que ya somos seres completos, que nuestra felicidad depende
de nosotros mismos y que no podemos esperar que alguien nos la
proporcione.
El miedo a la desaprobación comprendiendo que no podemos vivir la
vida prestada, lo que significa vivir la vida de otros, los sueños o
los infortunios que no son nuestros. No podemos ceder nuestro poder a
los demás permitiéndoles que nos digan qué, cómo y cuándo hacer. El
miedo al fallo, a ser juzgado; discerniendo que siempre hacemos lo mejor
que podemos, con los recursos que tenemos. Nadie se equivoca por gusto.
No hay que dejarnos afectar por comentarios como: “cuidado”, “tú no
eres capaz, nunca lo has sido; no lo lograste antes, menos ahora”
El ego es un experto para maquinar miedos que no tienen razón de ser.
Esa es su naturaleza, de eso de nutre, de nuestra angustia y
desasosiego. Pero si te decides a vibrar y vivir desde el amor, el ego
perderá su rol porque el amor y el miedo no tienen cabida en el mismo
espacio.
Apoyo celestial
Sobre este tema del miedo se podrían escribir muchas palabras. Espero
con estas pocas, haber plantado la semillita para que te decidas y te
des una oportunidad de abordar y vencer tus temores. Para ello involucra
a tu equipo de apoyo celestial. En momentos de miedo, sí que contamos
con la compañía de los ángeles. Entrégales a ellos toda tu angustia.
Permíteles que intervengan pidiéndoles que lo hagan. No esperes a que ya
estés aterrorizado, presa del pánico, para llamar a tus ángeles.
Adicional a tus ángeles de la guarda, el arcángel a invocar es Miguel,
el más aguerrido de todos. A este poderoso ser de luz le puedes pedir
coraje, valentía y fuerza. Reemplaza tus miedos por fe, confianza y
gratitud. Enfócate en lo que deseas, no en lo que temes y recuerda: Dios
siempre está a cargo.
Martha Muñoz Losada